Postado por Maria Célia Becattini
La primera palabra que uno aprende cuando tiene un hijo con algun tipo de reto en el desarrollo físico o mental es: Terapia; la segunda que le sigue muy de cerca la aprendemos cuando los niños están listos para empezar el cuidado fuera de casa o el pre-escolar, y es: Inclusión.
La inclusión parece un sueño inalcanzable. No sólo por los retos reales a los que uno se enfrenta cuando trata de convencer al mundo de las capacidades de nuestros hijos; también cuando estamos en el proceso de convencernos a nosotros mismos que nuestro hijo podrá sólo, y sobre todo; que no resultará herido.
Con trabajo y dedicación, la inclusión se acerca a nuestras vidas. Pero qué pasa cuándo los retos no son externos, sino internos? Qué pasa cuando es el niño el que no encuentra la adaptación ideal?
No siempre he sido la misma. Cuando Emir era pequeño yo tenía mucho miedo a la integración escolar. Mis temores eran típicos y reales. Emir creció bajo mi manto de sobreprotección, y por ignorancia, temor y también amor; me costaba creer que Emir sería capaz de desenvolverse sólo en un aula común. En mi cabeza estaban las típicas preguntas obvias. Cómo lo trataran? Lo harán sentir bien o mal porque todavía no habla, y lo poco que habla no se le entiende aún? Verán los niños las diferencias y en vez de integrarlo, lo aislarán?
Me tomó tiempo entender que pese a su timidez, su vulnerabilidad y falta de lenguaje. Emir necesitaba ser retado a integrarse, en vez de ser sobreprotegido para evitarle el dolor de ser excluído en un aula inclusiva. (aunque suene confusa la explicación)
Tanto hablamos de “inclusión” cuando hemos superado la etapa inicial del temor; que sin darnos cuenta a veces hacemos daño a quienes recién comienzan y no se sienten preparados, pero presionados por la novedad que se ha vuelto un obligación en vez de un proceso de adaptación.
Ahora bien, con Ayelén; como ya lo he compartido antes; la experiencia fue todo lo contario.
Ya han pasado varios años. Ambos experimentan su segundo año de integración bajo un programa de alto rendimiento. Hay retos y también triunfos.
Ayelén se frustra a menudo cuando la clase va rápida. Le molesta que la presionen o la subestimen. Tengo que sentirme feliz por su temperamento fuerte y su lúcida comprensión de cómo las personas la perciben; pero también tengo que aceptar que aunque el sueño parezca desvanecerse; para ser feliz y aprender, Ayelén necesita adaptaciones y una de ellas ha sido reducir su tiempo en una clase típica de su edad, e integrarla en un salón reducido de niños más pequeños donde reciba más atención y se desenvuelva bajo menos presión.
Emir se adapta muy bien socialmente, su debilidad es su sensibilidad a la hora de enfrentar retos. Se asusta, y le da pena no poder hacer las cosas. Presionarlo no es la respuesta, así que también hemos hecho adaptaciones para que pueda pasar tiempo en una clase menos avanzada dónde se sienta más seguro de si mismo, pero sobre todo donde se sienta cómodo.
Ambos están felices con los cambios. Llegan emocionados. Se sienten orgullosos. Están aprendiendo, avanzan a su ritmo.
“Inclusión” es una palabra compleja que debe ser manejada con responsabilidad, objetividad y respeto hacia las habilidades individuales de nuestros hijos. Creo que todos la anhelamos, pero también tenemos que respetar la diversidad si estamos tratando de defenderla. Hay padres que sienten y opinan diferente; y está bien. También hay formas alternativas de generar inclusión, ya sea en el hogar con la familia y los hermanos, en la comunidad, y en general en la vida misma.
De nada sirve luchar para que hagan algo para lo que no están listos. La inclusión llega de muchas maneras, lo importante es abrazarla con amor y nunca perder el verdadero propósito: Que nuestros hijos se sientan felices y orgullosos de si mismos. El momento en que los niños se frustran o responden negativamente, hemos perdido el camino. Nunca olvidemos que esto lo hacemos por ellos, y no para demostrarle nada a nadie más.
Hay niños que se adaptan con mayor facilidad, algunos necesitan más o menos adaptaciones; y pase lo que pase, siempre tenemos que hacer nuestro mejor esfuerzo por darles la oportunidad. Siempre es un buen tiempo para empezar, analizar y hacer adaptaciones. Cada nuevo día es un nuevo paso, y todos seguimos aprendiendo.
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